La tradición dice que Olofin recibió la encomienda de Olodumare de crear la tierra. Gracias a sus poderes también creó a los orishas y los organizó hasta nuestros días. Olofin se encuentra en contacto indirecto con la humanidad y para ello se auxilia de los orishas. Posee los secretos y misterios de la creación.
Olofin es la tercera manifestación de Olodumare. Su palacio es el cielo y los orishas integran la corte real. Dirige y controla el trabajo de sus trabajos. Sin su mediación no se puede conseguir nada. Vive retirado y muy pocas veces baja a la tierra como energía.
Olofin repartió el ashé a los orishas y permitió que Orula bajara a la tierra como profeta. Puede usar a todos los orishas, sin embargo, para evitar la muerte utiliza a Osun. Es la personificación de la Divinidad, la causa y razón de ser de todas las cosas. No tiene principio ni tratos con nadie, pero nada se puede hacer sin su asistencia. Todo está bajo el control de su voluntad soberana. Su número es el 16 y su color es el blanco marfil, aunque hay quienes dicen que como es el Creador, todos sus los colores son suyos y ninguno a la vez.
Olofin creó el mundo, los animales, los orishas y la humanidad. Hizo que Orula echara por la boca los secretos de la adivinación para que este pudiera llegar hasta las personas y los orishas son sus mensajeros. Es Dios entre los seres humanos y los orishas. Es el hacedor del universo. Es el único Dios que se manifiesta en todos los conceptos religiosos universales.
Olofi se relaciona con la vida cotidiana de los orishas y tiene las cualidades y defectos de un noble Rey. Aparece, consumido por los celos, tratando de quitarle la vida a su hija Oshún. Sin embargo, al darse cuenta de su intención se llenó de tristeza y lloró de tal manera que la tierra de inundó. Arrepentido, vagó buscándola por todo el mundo y cuando la encontró, recuperó la paz en su interior y llegó al cielo.
Después aparece como víctima de la maldad. Los orishas querían parte de los poderes divinos, que para entonces eran solo de Olofi, y prepararon una treta, pero Elegguá ayudó a Olofi y salió ileso. En otras ocasiones, se presenta como un ser acongojado que al ver que su creación no es perfecta, dice: «El cansancio me agobia, necesito retirarme a reflexionar». Luego recibe la visita de Obbatalá y de los otros orishas, querían solicitarle que repartiera su poder entre ellos y de esta manera, cada quien podría ejecutar parte de la obra necesaria dentro del mundo. Así Olofi podría descansar. A partir de ese momento cada orisha tiene un dominio, una porción del poder divino.